Cada vez que sube el precio de la gasolina, muchos conductores buscan culpables: el tráfico, el aire acondicionado, los neumáticos, el tipo de conducción… Sin embargo, hay un elemento clave en el rendimiento del motor que casi todos pasan por alto: el filtro del aire. Este componente, sencillo y barato, puede marcar la diferencia entre un coche que consume lo justo y otro que gasta hasta un litro más por cada 100 kilómetros.
Aunque suele esconderse bajo el capó y apenas recibe atención, el filtro del aire cumple una función vital: garantiza que el motor respire adecuadamente. Con el tiempo, la suciedad, el polvo o el polen van obstruyendo su estructura, haciendo que el motor trabaje forzado y consuma más combustible para mantener la misma potencia. Por eso, muchos talleres lo llaman “el filtro olvidado”, y no sin razón.
1Por qué el filtro del aire es tan importante

El motor de combustión interna necesita una mezcla precisa de aire y gasolina para funcionar correctamente. Si el aire no entra con suficiente caudal o llega contaminado, la combustión se vuelve ineficiente. El filtro del aire actúa como el “pulmón” del coche: retiene las partículas que podrían dañar el motor y garantiza que entre el oxígeno necesario.
Cuando el filtro está sucio o taponado, el motor recibe menos oxígeno y la centralita compensa inyectando más combustible para mantener la potencia. El resultado es un consumo mayor, pérdida de rendimiento e incluso emisiones más altas. Según estudios de fabricantes como Bosch o Mann-Filter, un filtro de aire obstruido puede incrementar el gasto de gasolina entre un 5% y un 10%, lo que equivale a unos 0,7-1 litro cada 100 km.