Con la llegada del otoño, las carreteras españolas vuelven a enfrentarse a uno de sus mayores enemigos: la tormenta. Tras meses de calor y asfalto seco, los primeros aguaceros traen consigo un cóctel peligroso de suciedad, aceite acumulado y visibilidad reducida que convierte cualquier trayecto rutinario en un desafío. Cada año, la Dirección General de Tráfico recuerda que el riesgo de accidente se multiplica por tres durante los primeros días de lluvia.
Aunque la lluvia pueda parecer un fenómeno menor para los conductores experimentados, la realidad es que incluso una ligera capa de agua puede alterar por completo la adherencia de los neumáticos y alargar las distancias de frenado. Saber cómo actuar ante una tormenta no solo es una cuestión de seguridad, sino también de prevención y responsabilidad.
1Cuando las primeras gotas llegan: el momento más peligroso
Cuando comienza a llover después de una larga temporada seca, el agua arrastra restos de combustible, goma y polvo que se han ido depositando en la carretera. Este cóctel reduce drásticamente el agarre, especialmente durante los primeros 15 o 20 minutos del aguacero. Por eso, los expertos recomiendan reducir la velocidad de forma gradual, mantener la distancia de seguridad y evitar cualquier maniobra brusca.
Otro factor clave es el uso correcto de las luces. En España, la normativa obliga a encender las luces de cruce durante la lluvia para mejorar la visibilidad, tanto propia como del resto de conductores. No basta con las luces diurnas: en una tormenta, la visibilidad puede caer a niveles mínimos y es fundamental que los demás vehículos te vean.








