La apuesta por la movilidad sostenible se le ha atragantado a Correos. La empresa pública, que en los últimos años ha impulsado la electrificación de su flota con bicicletas, motos eléctricas y vehículos de cero emisiones, decidió incorporar también patinetes eléctricos para agilizar los repartos en zonas urbanas. La idea parecía sencilla: vehículos ligeros, rápidos, eficientes y perfectos para calles peatonales donde una furgoneta o una moto no pueden entrar con facilidad.
Sin embargo, lo que pretendía ser un paso más hacia una logística más limpia se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Problemas legales, dudas sobre la normativa de la DGT, quejas de los propios trabajadores y dificultades de uso han generado un lío monumental del que Correos intenta salir mientras analiza qué hacer con los patinetes ya adquiridos.
4La logística tampoco acompañó: rutas incompatibles y falta de planificación
Otra gran sorpresa fue descubrir que no todas las rutas de reparto urbano son compatibles con un patinete eléctrico. En barrios con cuestas pronunciadas, calles adoquinadas, zonas con tráfico intenso o núcleos donde la distancia entre puntos de entrega es grande, el patinete simplemente no funciona.
Los jefes de unidad se vieron obligados a reorganizar rutas específicas para estos vehículos, lo cual generó un sobrecoste y una dificultad operativa adicional. Muchos carteros tuvieron que combinar patinete con caminar grandes tramos, lo que hacía el reparto más lento y físicamente más agotador.








