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miércoles, 10 diciembre 2025

El tremendo lío que se ha formado en Correos con los patinetes eléctricos que han adquirido para los repartos

Correos compró patinetes eléctricos para mejorar el reparto urbano… Pero la normativa, las quejas internas y la falta de planificación han desatado el caos. Lo que debía ser eficiencia se ha convertido en el mayor quebradero de cabeza logístico del año.

La apuesta por la movilidad sostenible se le ha atragantado a Correos. La empresa pública, que en los últimos años ha impulsado la electrificación de su flota con bicicletas, motos eléctricas y vehículos de cero emisiones, decidió incorporar también patinetes eléctricos para agilizar los repartos en zonas urbanas. La idea parecía sencilla: vehículos ligeros, rápidos, eficientes y perfectos para calles peatonales donde una furgoneta o una moto no pueden entrar con facilidad.

Sin embargo, lo que pretendía ser un paso más hacia una logística más limpia se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Problemas legales, dudas sobre la normativa de la DGT, quejas de los propios trabajadores y dificultades de uso han generado un lío monumental del que Correos intenta salir mientras analiza qué hacer con los patinetes ya adquiridos.

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Las primeras quejas: seguridad, ergonomía y condiciones de trabajo

fuente: información

El primer gran conflicto surgió dentro de la plantilla. Aunque Correos quería implementar los patinetes en varias unidades urbanas, muchos carteros se negaron a utilizarlos alegando motivos de seguridad. Y no les falta razón: los patinetes eléctricos, a diferencia de las motos o bicicletas tradicionales, ofrecen poca estabilidad en superficies mojadas o irregulares, y la normativa limita su velocidad máxima a 25 km/h.

A esto se suman cuestiones ergonómicas. Los carteros están acostumbrados a trabajar con carritos especiales que distribuyen el peso de forma equilibrada. Con los patinetes, en cambio, debían llevar mochilas cargadas o adaptaciones que no estaban diseñadas específicamente para el reparto postal. El resultado, según varias quejas sindicales, eran dolores de espalda, tensión en hombros y riesgo de caídas.

Además, los repartidores señalaron que los patinetes no siempre contaban con la autonomía necesaria para completar rutas largas, obligando a volver a la unidad para recargar o cambiar de vehículo. Todo esto convirtió un proyecto atractivo en un experimento fallido que generó más preocupación que ventajas.

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