La apuesta por la movilidad sostenible se le ha atragantado a Correos. La empresa pública, que en los últimos años ha impulsado la electrificación de su flota con bicicletas, motos eléctricas y vehículos de cero emisiones, decidió incorporar también patinetes eléctricos para agilizar los repartos en zonas urbanas. La idea parecía sencilla: vehículos ligeros, rápidos, eficientes y perfectos para calles peatonales donde una furgoneta o una moto no pueden entrar con facilidad.
Sin embargo, lo que pretendía ser un paso más hacia una logística más limpia se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Problemas legales, dudas sobre la normativa de la DGT, quejas de los propios trabajadores y dificultades de uso han generado un lío monumental del que Correos intenta salir mientras analiza qué hacer con los patinetes ya adquiridos.
1Qué pretendía correos con esta nueva flota de patinetes eléctricos
La idea inicial era razonable: muchas ciudades están ampliando zonas peatonales y restringiendo el acceso a vehículos contaminantes, por lo que integrar patinetes eléctricos en los repartos parecía una solución moderna, sostenible y adaptada a los tiempos. Estos VMP ofrecían, sobre el papel, ventajas claras: moverse entre calles estrechas, reducir tiempos de entrega y abaratar costes de combustible.
Además, la imagen de un cartero desplazándose con un patinete eléctrico encajaba perfectamente con la estrategia de Correos de presentarse como una empresa verde y eficiente. Pero pasar del papel a la práctica es otra historia. Los trabajadores empezaron a reportar problemas desde los primeros días de prueba.
Muchos carteros aseguraron que transportar cartas y pequeños paquetes mientras se manejaba un patinete era incómodo, especialmente en zonas con aceras irregulares. Otros denunciaron falta de estabilidad cuando la carga superaba cierto peso. Incluso algunos afirmaron que debían circular demasiado lentos para evitar riesgos, lo que anulaba la supuesta ventaja en tiempos.







