Conducir no solo consiste en manejar un vehículo, sino en convivir con otros usuarios en la carretera. Es una actividad en la que intervienen muchos factores: la técnica, la atención, el respeto a las normas y, sobre todo, la actitud. Y aunque la mayoría de los automovilistas cree que conduce bien, la realidad es que todos —sí, todos— hemos sido alguna vez ese conductor molesto que irrita al resto sin darse cuenta.
Puede ser un simple olvido de poner el intermitente, una maniobra mal calculada o un exceso de confianza que se convierte en imprudencia. Pero la suma de esos pequeños errores genera tensión, estrés y, en ocasiones, hasta accidentes. La convivencia en la carretera depende de gestos tan sencillos como ceder el paso, respetar la distancia o evitar el claxon cuando no hace falta. Y sin embargo, estos detalles siguen siendo los que más conflictos generan entre conductores.
3Frenar sin motivo, pegarse demasiado o no mantener la distancia
La distancia de seguridad no es una recomendación: es una obligación. Sin embargo, muchos conductores se la saltan constantemente. Circular “pegado” al coche de delante, sobre todo en ciudad o en carretera, no solo incomoda, sino que pone en riesgo a ambos.
Hay quienes lo hacen por impaciencia, otros porque creen que así “presionan” para que el coche de delante acelere o se aparte. Pero ese comportamiento no solo es agresivo, sino que también provoca un efecto dominó de inseguridad. Cuando alguien frena de golpe —por radar, atasco o imprevisto—, el conductor que viene detrás no tiene margen para reaccionar.
También hay una costumbre cada vez más común: frenar sin motivo aparente, ya sea por distracción o por exceso de precaución. Quienes circulan detrás sufren esos microfrenazos constantes, que generan inseguridad y estrés. En definitiva, mantener una conducción fluida, sin brusquedades y con distancia, es una de las claves para no ser un conductor molesto.








