Cada invierno, cuando bajan las temperaturas y aparecen las primeras heladas que afectan a los coches, las carreteras se llenan de una sustancia tan común como efectiva: la sal. A simple vista parece inofensiva, casi invisible cuando se disuelve, pero cumple una función clave para la seguridad vial. Gracias a ella —y a sus variantes— miles de kilómetros de asfalto evitan convertirse en auténticas pistas de hielo durante las madrugadas más frías.
Sin embargo, lo que es un aliado imprescindible para la circulación se convierte en un enemigo silencioso para tu coche. Restos de sal, cloruro cálcico o salmuera se adhieren a la carrocería, los bajos y los componentes mecánicos sin que apenas lo notemos. Y ahí empieza un problema que muchos conductores ignoran hasta que el daño ya está hecho.
5Cómo y cuándo deberías limpiar tu coche en invierno
La recomendación de los expertos es clara: después de circular por carreteras donde se haya utilizado sal, conviene lavar el coche lo antes posible. No hace falta hacerlo a diario, pero sí cuando las condiciones han sido especialmente duras o tras varios días seguidos de heladas. Un lavado con agua a presión, insistiendo en los bajos, es la mejor solución.
Si utilizas túneles de lavado, asegúrate de que incluyan limpieza inferior. Y si lavas el coche a mano, no olvides las zonas menos visibles. En invierno, mantener el coche limpio no es solo una cuestión estética, sino una inversión en durabilidad. Quitar la sal a tiempo puede alargar la vida útil de muchos componentes y evitar averías futuras.








