El sector del transporte vive uno de los momentos más peculiares de su historia reciente. Mientras otros mercados laborales están saturados y exigen formación muy específica o largos años de experiencia, el transporte por carretera sigue necesitando manos. Y muchas. La falta de conductores profesionales es un problema que se repite año tras año en España, pero para quienes ya están dentro —como Zaira, camionera de 33 años— la situación se traduce en algo muy distinto: estabilidad, buenos salarios y un futuro profesional prácticamente garantizado.
Zaira lleva casi una década recorriendo la península al volante de un tráiler y lo tiene claro: “No hay competencia porque la mayoría de los jóvenes no quieren este trabajo. Prefieren algo más cómodo, sin viajes, sin horarios cambiantes. Para mí, en cambio, es una oportunidad. Gano unos 2.000 euros al mes y siempre hay empresas buscando conductores”. Su testimonio refleja una realidad que el propio sector viene apuntando: la profesión no está saturada, está vacía.
1Por qué el transporte se ha quedado sin relevo generacional
Uno de los grandes males del transporte es el envejecimiento de su plantilla: la media supera los 50 años, y cada año se jubilan miles de conductores que no son reemplazados. La profesión, tradicionalmente asociada a jornadas largas, sacrificios familiares y trabajo físico, ha perdido atractivo entre los jóvenes, que buscan opciones más urbanas, digitales y con horarios estables.
Pero lo que Zaira señala es clave: si la percepción cambia, las oportunidades se disparan. En un mercado laboral donde muchos sectores presentan sueldos estancados, temporalidad o alta competencia, el transporte ofrece una combinación poco habitual: salarios dignos, contratación inmediata y estabilidad. “Yo entrego un currículum y al día siguiente tengo tres llamadas. Literalmente”, afirma.
Además, las condiciones laborales han mejorado. Las empresas han entendido que, para atraer talento, necesitan ofrecer mejores horarios, renovaciones frecuentes de flota, dietas adecuadas y turnos más humanos. La figura del conductor ya no es un ‘héroe solitario’ en la carretera, sino una pieza clave en una industria cada vez más tecnificada.
