¿Alguna vez has sentido que, tras el cambio de hora, conducir se vuelve más incómodo, incluso aunque sea el mismo trayecto? No es casualidad. Con la llegada del horario de invierno, ajustamos el reloj, pero el cuerpo y los sentidos necesitan tiempo para adaptarse. La Guardia Civil advierte: este pequeño ‘desfase’ aumenta los riesgos y pone a prueba nuestra capacidad de reacción al volante.
El paisaje cambia, la luz desaparece antes y tu nivel de atención no es el mismo. De repente, vuelves a casa de noche, te sientes más cansado y los reflejos parecen ir un paso por detrás. El cambio de hora no solo modifica el entorno, también afecta a nuestra mente y a nuestro cuerpo. Por eso, entender cómo influye en la conducción es clave para seguir circulando de forma segura.
1La luz cambia, y tu conducción también
Con el cambio horario, muchos conductores regresan del trabajo ya de noche. Ello implica una mayor fatiga visual y menos capacidad para detectar obstáculos o movimientos inesperados de otros usuarios. Tal como subraya la Guardia Civil, al conducir de noche perdemos hasta un 30% de capacidad visual, y nuestra agudeza puede caer un 70%; lo que se traduce en menor percepción de profundidad y dificultad para calcular distancias.
Además, la oscuridad intensifica el llamado efecto túnel: nuestro campo de visión se estrecha cuanto más rápido circulamos. A 65 km/h, nuestra visión periférica se reduce a unos 70 grados; a 130 km/h, apenas llega a 30. Por eso, los expertos recomiendan moderar la velocidad, especialmente en carreteras secundarias o mal iluminadas. Adaptarse al entorno es esencial para evitar sustos.








