Cuando el reconocido arquitecto Steven Harris se vio sin espacio para sus preciados Porsche 356 y 911, tomó una decisión audaz: construir una nueva casa a modo de santuario para sus joyas de cuatro ruedas. Hoy, su garaje alberga una colección envidiable, testimonio de una pasión que ha marcado su vida y su carrera.
Una casa de diseño Mid-Century que encierra algunos de los mejores Porsche de la historia

Desde el exterior, la residencia de Harris en Rancho Mirage personifica la elegancia y eficiencia que definen su trayectoria de cinco décadas. Esta construcción de una sola planta, con líneas limpias, cubierta plana y amplias cristaleras, se integra armoniosamente en el paisaje desértico. Rodeada de un impecable césped, ofrece vistas panorámicas de las montañas de San Jacinto. Sin embargo, bajo esta obra maestra arquitectónica se esconde un garaje subterráneo repleto de modelos firmados por la firma de Zuffenhausen, una colección meticulosamente curada que refleja la precisión y atemporalidad de la marca alemana.
La génesis de esta vivienda fue precisamente la creciente colección de Harris. Anteriormente, él y su esposo, el diseñador de interiores Lucien Rees Roberts, residían en una propiedad cercana. No obstante, a medida que su pasión por los Porsche se intensificaba, la necesidad de un espacio dedicado se hizo evidente. Así nació la idea de construir una casa donde el garaje fuera el protagonista. En la actualidad, este espacio alberga alrededor de veinte deportivos, desde varios 356 Carrera hasta el más reciente 911 S/T (992), cada uno con su propia historia y encanto.
Un amor a primera vista: El Porsche 356 que marcó una vida
Steven Harris creció en el norte de Florida, y su fascinación por Porsche se remonta a su infancia. A los ocho años, su tío adquirió un 356, un evento que dejó una huella imborrable en su memoria. «Recuerdo perfectamente su olor, el sonido, cada detalle«, rememora Harris. «Estaba obsesionado». Esta temprana exposición al diseño y la ingeniería de Porsche sembró la semilla de una pasión que florecería con el tiempo.
Años más tarde, el padre de Harris compró un 911 S de 1967 y, para sorpresa de su hijo, se lo prestó para su examen de conducir. «Le advertí a mi padre que las bujías se iban a estropear si lo usaba solamente para ir a la oficina, así que le convencí para que me llevara al campus a menudo. Así comenzó mi pasión por Porsche«, recuerda Harris. Este gesto fortuito consolidó su amor por la marca y lo impulsó a explorar el mundo de los deportivos.
De la filosofía a la arquitectura: Un camino inesperado

La trayectoria académica de Harris fue diversa y ecléctica. Inicialmente, se inclinó por la filosofía, luego exploró las bellas artes, hasta que finalmente encontró su verdadera vocación en la arquitectura. Apenas dos años después de graduarse, comenzó a impartir clases, una actividad que ha mantenido durante 48 años, la mayor parte de ellos en la prestigiosa Universidad de Yale.
Simultáneamente, Harris fundó un estudio de arquitectura que rápidamente se ganó una reputación de excelencia. Sin embargo, debido a las exigencias de su trabajo, tuvo que esperar dos décadas para dedicarse por completo a su pasión por los coches deportivos. Con un entusiasmo renovado por los modelos 356 y 911, comenzó a adquirir vehículos de forma selectiva, dando inicio a una colección que hoy es considerada una de las más importantes del mundo.
La búsqueda de la perfección: Modelos 356 y 911 en el punto de mira
«Primero compré un coche, luego otro y, finalmente, un tercero«, recuerda Harris. «Si profundizas en el 356, pronto te encuentras con los modelos con cuatro árboles de levas, es decir, los que llevan el legendario motor Fuhrmann. Hace unos veinte años empecé a coleccionar específicamente estas variantes y después me centré en el 911. Para mí, el 911 original definitivo es el Carrera RS 2.7 de 1973, así que no podía faltar en mi garaje. Poco después, oí hablar del SC RS y del RS de la generación 964, y así fue como mi pequeña obsesión cobró un impulso definitivo».
La colección de Harris supera actualmente los 50 vehículos, en su mayoría modelos 356 y 911. Además de clásicos como el 911 Carrera RS 2.7 de 1973 y el 911 Carrera RS (964), su garaje alberga joyas como un 911 GT3 RS 4.0 (997) en el llamativo color Chartreuse, un exclusivo 911 Carrera RS 3.0 en verde claro (de los cuales solo se fabricaron 52 unidades en 1974), un 911 GT2 (993) y las dos generaciones del 911 GT2 RS (997 y 991). Todos estos modelos comparten una característica común: han sido diseñados para un propósito específico, sin concesiones. Un principio que también guía la obra arquitectónica de Harris.
Arquitectura y Porsche: Un paralelismo en la búsqueda de la esencia

«Soy escéptico ante las tendencias de la arquitectura. En mis diseños, la función siempre es lo primero«, afirma Harris. «Lo que me fascina de Porsche es el desarrollo continuo y preciso de los coches a lo largo de décadas, sin detalles superfluos y con el menor número de piezas posible». Esta filosofía de diseño, donde la funcionalidad y la eficiencia son primordiales, se refleja tanto en los automóviles Porsche como en la arquitectura de Harris.
En sus proyectos, cada elemento cumple una función clara, ya sea a nivel estructural o en su relación con el entorno. «Mis propuestas son siempre sencillas y se reducen a lo esencial«, explica. Esta búsqueda de la esencia y la eliminación de lo superfluo son características distintivas de su trabajo.
Un garaje pensado para el disfrute: Más que un museo, un espacio vital
El propio garaje de Harris refleja su enfoque práctico y funcional. Diseñado para facilitar el acceso y el mantenimiento de los vehículos, el espacio permite que cada Porsche sea conducido con regularidad. «Cuando diseñé la casa, empecé por el aparcamiento. El espacio presenta finas columnas en los laterales, que dan cabida a dos coches entre una y otra«, detalla Harris. La disposición del garaje permite que dos filas de coches se estacionen en diagonal, garantizando que cada vehículo pueda moverse de forma independiente. «Debía ser un garaje, no un museo«, enfatiza.
Las regulaciones de construcción locales solo permiten tres plazas de aparcamiento en la superficie, y Harris utilizó una de ellas para instalar un ascensor que transporta los vehículos al garaje subterráneo. Esta solución ingeniosa le permite seleccionar un modelo en cualquier momento y disfrutar de un paseo por las sinuosas carreteras de montaña que rodean Palm Springs. La única dificultad reside en la elección del coche adecuado para cada ocasión.
La carretera como terapia: Rutas de montaña y la elección perfecta

«Casi todas las mañanas, antes del amanecer, subo por la sinuosa carretera que va de Palm Desert a Idyllwild, que me recuerda al Paso Stelvio«, comparte Harris. «Para la ruta 74, mis GT2 RS son demasiado rápidos, mientras que el 356 A Carrera GT Speedster de 1957 es sencillamente perfecto. Elegir el coche adecuado es una cuestión de equilibrio… y de estado de ánimo».
Independientemente del modelo elegido, Harris aprovecha cada oportunidad para conducir. «Actualmente estoy supervisando cuatro o cinco proyectos de construcción en la costa oeste californiana y me encanta conducir desde Palm Springs hasta las obras, aunque no sea la forma más eficiente de viajar. Normalmente llevo un modelo moderno. No quiero que al final deje una colección en la que los coches tengan solo 27 millas en el odómetro«.
Más allá del garaje: Competición y aventuras en Porsche
La pasión de Harris por los Porsche trasciende el mero coleccionismo. El arquitecto participa regularmente en carreras oficiales en Estados Unidos, e incluso se aventuró a disputar el legendario rally de Pekín a París con un 356. Posteriormente, con el mismo coche, completó otra prueba similar de más de 16.000 kilómetros en Sudamérica. Estas experiencias demuestran su profundo vínculo con la marca y su espíritu aventurero.
Un custodio, no un propietario: Compartiendo la pasión por Porsche

Dado su profundo conocimiento y aprecio por la marca Porsche, a Harris le resulta difícil elegir un modelo favorito. «Me encanta el Carrera RS 2.7, posee un equilibrio magnífico«, afirma. «No es el más rápido ni el más extremo, pero transmite un auténtico placer«. También admira el 911 Carrera RS (964): «Para mí, es el paradigma de lo analógico. Sin dirección asistida, muy ligero, visualmente discreto… hasta que uno se da cuenta de que es más bajo y lleva llantas de magnesio. Tengo cuatro unidades«.
Sin embargo, Harris no se considera un propietario en el sentido tradicional: «No son estrictamente mis coches, solo los guardo para sus próximos dueños«. Esta perspectiva humilde refleja su pasión por preservar y compartir el legado de Porsche con las futuras generaciones.
Esta actitud se refleja en la concepción de su hogar: «No es una casa con garaje«, concluye Steven Harris con una sonrisa, «sino al revés: primero hice el garaje y luego todo lo demás«.
Fotos: Porsche














