Los coches de carreras clásicos siempre son un auténtico caramelo para los coleccionistas más apasionados y más pudientes. Tienen algo que atrae como la luz a una polilla y que hace que se gasten auténticas fortunas por cada uno de ellos. Si además de esto se le asocia a dicho coche un piloto histórico que estuvo a sus mandos, entonces el valor sube como la espuma.