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Panda Raid 2016. Aventura de verdad

Hay que estar muy loco para recorrer 4.000 kilómetros por los desiertos de Marruecos a bordo de un Fiat Panda de los antiguos. Muy loco, o muy cuerdo. Porque os puedo asegurar que no hay mejor remedio contra el estrés del día a día en la gran ciudad que ponerte al volante de esa entrañable caja de zapatos con ruedas y poner rumbo al sur cargado de ilusión, ayuda humanitaria, valor, y muchas muchas ganas de cambiar asfalto por arena dorada, contaminación por polvo de los caminos, un skyline repleto de edificios por un cielo estrellado como no has visto nunca, calles atascadas por caminos en medio de la nada repletos de sorpresas? El Panda Raid es una aventura épica en la que 200 coches más o menos iguales (luego hablaremos de esto más en profundidad) tratan de ir cubriendo etapas con las que no se atreverían muchos todoterreno de nivel. Y la recompensa más preciada no es quedar entre los primeros puestos de la clasificación, sino llegar a la meta con el coche lo suficientemente entero como para volver con él rodando desde Marrackesh a España por carretera.

Este año repetíamos cinco de los seis miembros del equipo The Panders que participamos hace dos años y con algo de patrocinio de por medio para los tres coches la cosa pintaba bien. Los coches, un Fiat Panda y un Seat Marbella de tracción delantera y un Fiat Panda de tracción total fueron preparados concienzudamente tomando como base la experiencia de hace dos años, cuando los tres coches terminaron el Raid sin apenas problemas. Pero el Panda Raid no es ningún viaje turístico, ni una excursión off road, ni siquiera una ruta radical todoterreno. El Panda Raid es un raid en toda regla, una dura prueba para coches y participantes que va dejando el camino repleto de monturas heridas casi de muerte porque no resisten la dureza de tramos a priori aptos solo para auténticos todoterreno. Y es que muchos de los Panda se han dejado la piel en dunas traicioneras, trialeras pedregosas absolutamente despiadadas, ríos secos de arena suelta o interminables lagos secos cuya aparente planicie incitaba a correr hasta que muchos amortiguadores reventaban con el primer escalón natural camuflado.

Participantes solidarios

Tener una avería mecánica con un Panda en España es una faena de campeonato. Pero que se te estropee un Panda en Marruecos en medio del desierto es un 'drama' hasta que llega otro participante con una pieza de recambio que tú no llevabas o hasta que aparece el coche escoba de la organización con dos mecánicos que intentan arreglártelo para que puedas seguir.

Motor16

Y aunque se hayan preparado a conciencia, a un Panda o a un Marbella con más años que Matusalén, le puede pasar cualquier cosa cuando se trata de sortear mil y un obstáculos en tierra hostil. El equipo iba preparado. Incluso realizó unos test antes de partir realizando casi 500 km por carretera y 50 por caminos. Sin embargo en España no hay nada que se parezca a las duras pistas marroquíes, muchas de ellas testigos de míticas pruebas de rallye Raid, y ese territorio de una belleza inolvidable pero de una dureza salvaje para con los Panditas, consiguió desvencijar a uno de los miembros del equipo. Antes de que llegaran los problemas más gordos al coche 202, el único Panda 4×4 del equipo gripa el Alternador. Eliminando la correa y corriendo el riesgo de agotar la batería, el grupo superó el segundo tramo con pistas nevadas y con una temperatura bajo cero en pleno Atlas hasta llegar a la aldea de Timahadite, donde otro participante (gracias a nuestros amigos los pilotos de Iberia que participaban de nuevo con dos coches y nos prestaron temporalmente la pieza clave), se detiene y le presta un alternador de Seat Marbella que un mecánico local al que sacan de la cama adapta tras probar no menos de 4 correas de diferentes longitudes. Ha empleado algo más de una hora y al finalizar le da hasta un poco de vergüenza pedirnos 100 dirhams, el equivalente a 10 euros. Se los damos con gusto junto con unas cuantas cervezas que nos piden casi en secreto y seguimos el camino. El motor de arranque funcionaba bien pero ?patinaba? en cada arrancada. Pero no pasó de ahí, llegó a Madrid y sigue sonando.

Pero los problemas no han hecho más que empezar para el equipo ya que el Fiat Panda numero 202 no deja de dar disgustos. Primero fue un taco de suspensión del motor en el primer tramo, que se arregla con cinchas y mucha maña. Después problemas de carburación, más tarde del cambio, otra vez de sujeción del motor, amortiguador trasero… La filosofía del Panda Raid es la de realizar un Raid a la antigua usanza en el que se potencia la ayuda entre equipos. Y hasta que al Panda número 202 no tuvieron más remedio que remolcarle, el equipo permaneció unido a sabiendas que bajaríamos en la clasificación e incluso de que corríamos el riesgo de ser descalificados por acumulación de penalizaciones. Pero una de las cosas buenas de esta prueba es que aun descalificados los participantes pueden seguir cubriendo etapas y formando parte de la caravana. Además, esta vez sí que se cumple a rajatabla ese dicho que habla de que lo importante es participar… y sobre todo terminar.

Un motor roto antes de llegar a Algeciras

Y si no que se lo digan a los que casi llegando a Algeciras tras tomar la salida en Madrid, rompieron el motor de su Marbella. Estos héroes se las arreglaron para meter el coche en el barco con un motor en el maletero que encontraron por 350 euros. Una vez en Tánger contrataron una grúa que por 60 euros les llevó el coche al taller El Mundo donde tres mecánicos trabajaron 7 horas por 100 euros hasta que el Pandita pudo seguir camino y unirse a la caravana.

Los campamentos de cada noche tienen un increíble ambiente en la zona del camión de asistencia donde entre 8 y 12 mecánicos marroquíes se encargan de arreglar como mejor pueden los desperfectos. Y raramente se les resiste alguna avería.

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Este año a la organización le tocaba endurecer los tramos del Raid aún más dado el elevado número de 4×4 inscritos (83 de 199), de forma que viendo las situaciones tan complicadas que se presentaban, mi compañero Javier y yo hemos respirado tranquilos en muchas ocasiones porque nuestro coche iba a sufrir lo justo. Eso sí, si había que remolcar a alguien atascado, se remolcaba. Y si teníamos que parar y bajar a ayudar, lo hacíamos. Pero el miedo a romper algo del coche forzando en situaciones límite se había acabado.

Además de la tracción total, lo mejor de nuestro coche este año era el motor, un propulsor original con carburación y 50 caballos de potencia con una magnífica puesta a punto que nos permitía circular a 30 km/h en 3ª y a 40 km/h en 4ª con una elasticidad encomiable y una velocidad máxima llaneando en 5ª de 120 km/h. Esta punta asumible sin que corriera ningún riesgo el motor, nos ayudaría a llevar de mejor humor los largos viajes de ida y vuelta desde Madrid y las etapas de enlace por carretera entre tramos.

La edición más dura

Según voces autorizadas, la octava edición del Panda Raid ha sido una de las más duras, por no decir la que más. Pero tengo que decir que en esta octava edición he visto claramente dos raids bien distintos, como si entre los 199 participantes hubiera jugadores de dos ligas diferentes. Por un lado los que piensan que van al Dakar y no dudan en preparar el coche hasta límites insospechados y los que van con lo justo o un poco más esperando improvisar por el camino, que tiene aún más gracia. Respecto a los primeros, hemos visto participantes que llevaban motor Abarth con cerca de 100 caballos de potencia, Panditas tuneados incluso con suspensiones regulables en altura y dureza o inscritos con vehículos en cuya preparación habían invertido más de 20.000 euros, sin exagerar.

Frente a este grupo compuesto casi en su mayoría por mecánicos entusiastas pero un poco fuera de lugar por la filosofía del Raid, encontramos a los que de verdad cubren los 3.500 kilómetros casi con una mano delante y otra detrás. Aunque en algunos casos tan desprovistos de repuestos que les llevaba a pedir constantemente a sus compañeros las herramientas o accesorios más fundamentales como una bomba de aire, un manómetro de medir la presión de las ruedas o un incluso un destornillador.

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Como siempre, entre este grupo de participantes fieles a la filosofía inicial del Raid había además de esos equipos con presupuestos bajo cero, coches con cubrecarter y poco más, inscritos deseosos de avanzar entre rocas a toda pastilla sin temor a romper el coche pero que más tarde encontrábamos parados en la cuneta cambiando una rueda… o un palier, andaluces capaces de crecerse ante la adversidad a ritmo de soleares, vascos con chapela a modo de casco que repetían por tercera o cuarta vez , un padre con su hijo saliendo desde Madrid tan contentos enfundados en sus monos de competición, hasta 34 participantes femeninas que sin formar un solo equipo exclusivamente de chicas, consiguieron proporcionar un poco de sensatez a sus compañeros de volante en las situaciones más comprometidas, muchos kilos de jamón de Jabugo envasado al vacío… y muchísimo compañerismo en los momentos de apuro, como siempre.

Unas condiciones climatológicas muy complicadas… y un marco incomparable

Tengo que reconocer que en el Panda Raid se pasa básicamente mal porque no dejas de pasar frío o calor, tragar polvo en grandes cantidades y en el sentido literal de la palabra, pegar miles de saltos en los miles de hoyos del camino, montar y desmontar la tienda de campaña, hinchar y deshinchar la colchoneta, infartarte del susto cada vez que al coche le sale un ruidito nuevo, comer de aquella manera o ir al servicio de aquella otra. Sin embargo yo, acompañado del 80 por ciento de los participantes si les preguntásemos ahora, nos volveríamos a ir la semana que viene a pasarlo mal, sin pensarlo dos veces.

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Son muchas las razones, pero algunas pesan más que el resto. Como que el cielo estrellado del desierto, más espectacular que ninguno de los que has visto, te deja sin respiración y con ganas de no bajar la vista y no dormir, porque la cura de humildad a la que te sometes te hace mucho bien de vuelta a la civilización, porque ver la puesta de sol o el amanecer desde lo alto de las dunas no tiene nada que ver con cualquier otro fenómeno de esas características que hayas visto, porque algunos paisajes inhóspitos lejos de las rutas turísticas y a muchos kilómetros del poblado más cercano no te producen temor ni se te olvidan nunca o porque allí pasándolas canutas te sientes un poco héroe y a veces se agradece, como se agradece hacer nuevos amigos, amigos dispuestos a dejarlo todo y ayudar sin esperar nada a cambio. Es la magia del Panda Raid, es la magia de unos coches capaces de todo, es la magia de Marruecos en estado puro.

Convence a tu hijo, a tu novia, a tu mujer, a tu mejor amigo, a tu sobrino, a tu cuñado, a tu jefe (bueno a este mejor no, no vaya a ser que…). Convence a alguien pero apúntate a la novena edición del Panda Raid. Y hazlo ya, este año al menos 15 equipos se han quedado fuera por falta de plazas. No te vas a arrepentir.