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Hamilton, con el testigo de Senna en la mano

Lewis Hamilton ha cosechado los frutos de aquella arriesgada apuesta que llevó a cabo a finales de 2012. Tras muchas dudas, abandonó el equipo donde creció humana y deportivamente. Pero, como el británico reconocía ya con el nuevo título en la mano, «no fue nunca una cuestión de «a ver qué pasa», hice mis deberes, y pensé que era la elección adecuada». En solo dos años, ha logrado tantas victorias como en los seis vividos en el seno de McLaren.

Hamilton había recibido en su día la privilegiada información de Ross Brawn, quien le mostró con detalle la revolución y espectacular estrategia que Mercedes estaba preparando para la nueva era híbrida. Y tomó una de esas grandes decisiones que definen, para lo bueno o lo malo, toda una trayectoria deportiva. Ha recogido la cosecha.

En su caso, tuvo la fortuna de recibir uno de los mejores monoplazas de la historia, en un proyecto que seguirá haciendo crecer su palmarés. Sebastian Vettel entró directamente a un Red Bull que se subía a la cresta de la ola. Alonso, desde su salida de McLaren, todavía busca desesperadamente la suya. Sólo hace falta comparar el balance deportivo de los dos primeros frente al español para contrastar las diferencias.

Tras bajar del podio de Austin, Hamilton vio cómo toda su carrera pasaba ante sus ojos. «No se puede ir más allá, tu objetivo final es ganar en todo aquello en lo que compitas, es rendir al mejor nivel y mejor que el resto si puedes, así que cuando ganas un título muestra en ese momento en particular tu grandeza y la de la gente a tu alrededor», para no olvidar que «es un todo, el trabajo de equipo, la grandeza de la asociación mutua también». Nada para ello como ver rodar -y dominar- al W06 que Mercedes le ha puesto en las manos.

Un año, casi sin rival

Pero Hamilton no ha corrido en solitario. También ha tenido enfrente a un compañero y rival en la misma montura. Pero al que ha destrozado esta temporada. El Gran Premio de Estados Unidos fue otro capítulo en el esquema de la actual temporada. Nico Rosberg se derrumbó estrepitosa e inesperadamente este año. Y si la pasada fue intensamente disputada hasta el pitido final, el piloto alemán no ha plantado cara este año a un Hamilton que, como piloto, ha refinado sus aristas para alcanzar un nivel inconmensurable. Siempre, eso sí, sin más rivales que el propio Rosberg.

La lluvia solo cedió al comenzar el gran premio. Un factor que parecía impedir a Hamilton rematar la faena. «Aunque hubo momentos en que estaba en cabeza, sabía que no tenía la victoria en mi coche», explicaría después de una azarosa carrera, con múltiples variables y opciones ante las condiciones cambiantes de la pista y la salida del coche de seguridad. De hecho, cuando Hamilton cayó a la cuarta posición en el primer tercio, no parecía que fuera a rematar el título en el Circuito de las Américas.

«Sufría y derrapaba por todas partes», en una pista de condiciones mixtas que machacaban a los Mercedes frente a los Red Bull con los neumáticos intermedios. Pero cuando la pista se secó, los monoplazas alemanes confirmaron su superioridad. Rosberg parecía tener dominado a su rival. Sin embargo, cuando faltaban diez vueltas para el final, el último coche de seguridad abrió una ventana de oportunidad al británico. Y Nico Rosberg contribuyó con un enorme e incomprensible error que dejó la portería vacía ante Hamilton.

«Ok, tengo diez vueltas, el campeonato del mundo está ahí ¿Cómo voy a lograrlo? Y agaché la cabeza, con todo lo que he aprendido estos años, todo lo que he aprendido entra en juego aquí. Es el momento definitivo. Estaba tan cerca, que podía olerlo». No dejó escapar a la presa.

El británico, que ya le había arrebatado la primera posición en la salida, supero de nuevo a su rival en los momentos clave. «O das un paso atrás o aceptas el segundo y vas a por ello», explicaba Hamilton tras la carrera, evidenciando de nuevo su superioridad mental sobre Rosberg en tantos duelos vividos en este campeonato.

«Perdí tracción», reconocía el desconcertado piloto alemán. Habitualmente con control de sus emociones, no pudo ocultarlas en Austin. «Nunca antes me había ocurrido, en entrenamientos, en carrera, no me lo puedo explicar, es increíble». No fue el caso de Hamilton. «Tuve el mismo problema que él, obviamente, no me salí, pero tuve un problema similar en un momento determinado cuando estaba modificando un botón, en esa misma curva, y casi lo pierdo, así que puedo entenderle…».

Sólo Sebastian Vettel pudo haber retrasado la fiesta en los últimos compases de la carrera. El piloto alemán recuperó desde la decimotercera posición (sancionado por cambio de motor) a la séptima en la primera vuelta. El coche de seguridad que tanto favoreció a Hamilton, dio al traste con un potencial segundo puesto que estuvo a su alcance y que obligaba al británico a esperar a México.

Vettel casi le agua la fiesta a Hamilton

Cuando tenía previsto terminar la prueba con un juego de intermedios que le hubiera dado opciones frente a los Mercedes, Vettel hubo de modificar su apuesta para montar blandos y añadir otra parada. Una vuelta más y hubiera adelantado a Rosberg, con el que entró casi emparejado en la meta. «Una pena pero, por otro lado, creo que en algún momento de la carrera los tres tuvimos suerte, porque también las cosas pueden ir en tu contra», explicaba el piloto alemán tras su enésimo podio de la temporada.

Por su parte, Raikkonen tuvo que abandonar por culpa de otro error, evidenciando de nuevo sus diferencias de ritmo con Vettel tanto en entrenamientos como en carrera. Tras una salida de pista con neumáticos fríos, sus frenos se calentaron como consecuencia del contacto contra el muro.

Pista cambiante de condiciones, accidentes y salidas del coche de seguridad inesperadas que obligaban a derrochar reflejos en la estrategia… El Gran Premio de Estados Unidos fue la carrera más abierta e intensa de la temporada. Las circunstancias que lo rodearon confirmaron que sólo la enorme superioridad técnica de Mercedes es lo que está matando la emoción en pista. Porque cuando se introducen variables al esquema preconcebido (lluvia u otros factores como en Silverstone, Hungría…), la incertidumbre se adueña de la acción.

Todavía envuelto en dudas sobre su futuro, Red Bull vivió dos carreras opuestas en Austin. En la primera parte, con opciones reales de victoria. Pero cuando la pista se secó, los monoplazas austríacos cayeron de manera estrepitosa, y sus pilotos cometieron graves errores. Incluso Toro Rosso, el hermano pequeño, le ganó la partida.

El RB11 era extremadamente competitivo con neumáticos intermedios, y Daniel Ricciardo se marchó en cabeza. ¿Qué hubiera ocurrido si la pista no se hubiera secado? Pero así ocurrió, y rápidamente Mercedes y Ferrari recuperaron terreno. El monoplaza austriaco sufría para recuperar temperatura tras la retirada del coche de seguridad. Y con el asfalto seco, llegaron los errores. Kvyat acabó en la vuelta 42 contra el muro al «ir por encima de mi límite». Ricciardo sufrió un encontronazo con Hulkenberg, y posteriormente hubo de entrar en boxes tras un toque con Sainz. Solo 'in extremis' pudo arañar un punto a costa de Fernando Alonso.

Sergio Perez siguió con su cosecha de puntos, en el mejor momento de su carrera deportiva. Maldonado terminó octavo, y Felipe Nasr salvó dos para Sauber en el gran premio número 400 del equipo, que sus pilotos celebraron chocando entre sí en la primera vuelta. Eriksson después provocaría la salida del coche de seguridad al quedarse parado en la pista.

«Mercedes es un gran socio nuestro, y un gran equipo. Pero para cualquiera que quiera dejar McLaren, y quiera ganar, creo que es un error», declaraba Martin Withmarsh a finales de 2012, cuando Lewis Hamilton abandonó McLaren, «tanto si lo miras en las ultimas cuatro carreras, cuatro o cuarenta años, somos un equipo fantástico. Así que le diría a cualquier piloto que quiera ganar en este deporte «ven y únete a McLaren. No aconsejaría a nadie que lo abandone si quiere ganar». Pues el panorama hoy parece muy distinto.

«Siento que he tomado el testigo ahora por mí y por Ayrton, y lo voy a llevar tan lejos como pueda, con tanta fuerza como pueda, y ver dónde puedo llevarlo…». Hoy Lewis Hamilton ha culminado el sueño de igualar a Ayrton Senna. El mismo que persigue Alonso. El británico tuvo que decir adiós a McLaren para lograrlo. Fernando Alonso sin embargo, se ha unido al equipo británico. El futuro dirá si Withmarsh tenía o no razón. De momento, por mucho tiempo, 'ventaja Hamilton'.