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Cuando Sochi se convirtió en una ruleta rusa

«Lewis, puedes ganar esta carrera». Como el propio Lewis Hamilton recordaba al terminar, Toto Wolff no interviene demasiadas veces por la radio en una carrera. Pero el jefe de Mercedes se la jugó para animar a su piloto, convencido de que la victoria estaba en sus manos tras un gris comienzo de carrera, a la expectativa. El británico había parado en boxes, y el panorama no era nada sencillo. Norris estaba a casi nueve segundos por delante en cabeza. Tenía que adelantar a Sainz, Gasly Stroll, Ricciardo… Efectivamente, el propio Hamilton reconocería tras la carrera que el jefe se había venido un poco arriba. Y por varias razones, como luego se comprobaría. El británico ganó el Gran Premio de Rusia, sí, pero Wolff no hubiera sido tan osado de conocer lo que se venía encima. Desde arriba, precisamente.

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La cita de Sochi se anticipaba crucial para Mercedes. Después del cero para Lewis Hamilton y Max Verstappen en Monza, el equipo alemán necesitaba recortar los ocho puntos de diferencia de su piloto respecto al holandés. Red Bull a su vez quiso conjugar los tres puestos de penalización a Verstappen por aquel incidente con las penalizaciones pendientes por el motor perdido en Silverstone. El holandés iba a arrancar desde la última línea de parrilla. Para obstaculizar la remontada, Wolff dio otra vuelta de tuerca para apretar la situación. Por segunda carrera consecutiva también penalizaba Valtteri Bottas. Aunque ahora como freno de mano para Verstappen.

Hamilton, muy precavido en el comienzo

Hamilton y Mercedes se habían complicado la vida desde el sábado. El cuarto puesto del británico presagiaba una victoria no tan evidente como el ritmo en seco del monoplaza alemán evidenciaba. Con Norris, Sainz y Russell delante, Hamilton pecó de precavido al comienzo de la carrera y perdió alguna posición más. Emboscado, su realidad se desplegó contundentemente cuando Hamilton se lanzó a la caza del sorprendente Lando Norris tras parar en boxes. Todo indicaba que el británico y su McLaren serían patos sentados ante el implacable ritmo de Hamilton. Pero dos sorpresas aguardaban todavía.Norris había logrado la primera pole de su vida el sábado. En mérito, con ritmo que se reprodujo en la carrera. Primero, con Carlos Sainz en los primeros compases de la prueba. Después, cuando sacó la nuez y estiró el cuello ante el ataque final de Hamilton. Como el británico reconocería después, Hamilton no tenía suficiente ritmo para superar al británico en las vueltas finales. Fue cuando la lluvia vino en su ayuda a cinco vueltas del final para desbaratar totalmente el gran premio. Con la colaboración del propio Norris.

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Primero, fueron unas pocas gotas. Luego un chaparrón que convertía a los monoplazas con neumáticos lisos en barquitos a la deriva. Se requería tomar una decisión en segundos ante una pista cambiante y desconociendo la lluvia por venir. El diferente enfoque de los dos equipos resolvió. Sus responsables llamaron a sus pilotos a montar intermedios. Con respuestas diferentes. «Al final, fue confianza ciega. Puse toda mi confianza en el equipo, me llamaron, y creí en ellos». Como Norris, Hamilton también se negó inicialmente a la llamada del equipo. «Puedo haber salido de una manera u otra, pero creo que el equipo entendió muy bien la lluvia que venía, y que iba a empeorar. Y funcionó».Norris se negó a la llamada de los suyos, y McLaren no respondió con la misma asertividad. Y cuando el chaparrón arreció despertó el británico a una pesadilla que arruinó su sensacional actuación hasta el momento y su primera victoria en la Fórmula 1. «No fue solo por su parte, sino también del equipo, porque siempre hay una manera de imponerse desde el muro de boxes con la información que tenemos, lamentaba solidariamente Andreas Seidl al terminar el GP de Rusia. Escuchamos las conversaciones por el lado de Lewis, y el proceso era el mismo, aunque tenía la oportunidad de ver lo que hacíamos para hacer lo contrario porque era segundo. Queríamos ir a por la victoria, es por lo que decidimos seguir fuera. Es por lo que no funcionó». El asertividad de un equipo sobre otro decidió la victoria. Que no resultó tan evidente como Toto Wolff había pronosticado a su piloto por la radio vueltas atrás.

Alonso, a un paso del podio. Sainz, finalmente tercero

La lluvia final dio un giro radical a la carrera y quizás al campeonato, pero esto último se sabrá más adelante. Max Verstappen incluso había sido desplazado por Fernando Alonso fuera de los seis primeros. Hamilton se convertía en líder del Mundial con una buena ventaja. Pero en la lluvia Red Bull sacó a relucir sus reflejos. Verstappen montó muy pronto intermedios. Terminó en una increíble segunda posición en el marasmo final. Imposible mejor limitación de daños. Solo dos puntos separan a ambos en el campeonato.

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El podio parecía destinado para los pilotos españoles en esta edición, pero jugó caprichosamente con Sainz y Alonso. Porque por unos instantes era este último quien estuvo a punto de romper una racha que se remonta a Hungría 2014. Sainz se había ganado una sensacional segunda posición el sábado en las deslizantes condiciones finales de la sesión clasificatoria. Alonso sorprendía con el sexto. El piloto de Ferrari se colocó primero en la arrancada. El segundo se emboscaba en la octava posición con un ritmo sorprendente con el neumático más duro. Sainz perdía terreno tras parar en boxes. Cuando el equipo le comunicaba que iba a terminar entre los cinco primeros no pudo ocultar su decepción por la radio. Pero la lenta parada de Checo Pérez y la de Ricciardo en boxes le devolvieron a una inesperada tercera posición. No duraría mucho.Entonces, sus dos carreras se entrecruzaron. Empezó a llover. El ritmo del Ferrari se desplomó, y el de Alonso se mantuvo en agua y adelantó a Sainz, quien tuvo que entrar en boxes. El Alpine se colocó en un milagroso tercer puesto. Lo que uno perdía, ganaba el otro. Pero arreció la lluvia y se invirtieron las tornas. Sainz se aupó al tercer puesto tras la desgracia de Norris y Alonso terminó en la misma posición de la que partió. Lo que el día anterior representaba un éxito se sentía ahora como una oportunidad perdida. «No es que esté triste, pero no hemos tenido suerte. Seguro hoy deberíamos estar en el podio por la ejecución de la carrera y el pilotaje». Las palabras iban por un lado y el lenguaje corporal de Fernando Alonso por otro. «Creo que ha sido mi fin de semana más fuerte en Ferrari, pero no sé si perfecto, esa una palabra muy fuerte», explicaba Carlos Sainz «cuando miras atrás, siempre hay cosas en las que puedes mejorar, así que perfecto no es la palabra correcta. Mi fin de semana más completo, sí». El podio que perdió uno al menos que lo heredara quien siempre estuvo más cerca.