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Lewis Hamilton y Niki Lauda, o la crónica de una victoria inevitable

La foto posterior al Gran Premio de Mónaco lo decían todo sobre el fin de semana. Lewis Hamilton y Sebastian Vettel se fundían en un abrazo, ambos todavía con sus cascos puestos. El británico, primero, el alemán, segundo en la meta. Cada uno de ellos había decorado el suyo con los dos diseños que Niki Lauda había llevado durante su carrera deportiva. La victoria del británico fue la guinda a los homenajes de estos últimos días al fallecido piloto austríaco. Por razones emocionales, era una carrera que solo un Mercedes y Lewis Hamilton estaban destinados a ganar. Lo lograron, pero no solo con la emotividad propia de la ocasión, sino también con cotas de especial dramatismo.

Hamilton se excuso días antes de su presencia en la primera rueda de prensa oficial. No se encontraba en condiciones anímicas recordar a Niki Lauda, aunque tras lograr la pole exteriorizaría sus sentimientos para recordar el papel decisivo de Lauda para que el piloto británico diera el salto a Mercedes desde McLaren. «Si no le hubiera hecho caso, aún tendría veintidós victorias…». Una decisión que transformó la carrera de Hamilton corroborada por otra marca récord lograda unos instantes atrás: el británico acababa de superar a Michael Schumacher como el piloto con más poles de la historia en un mismo equipo.

Una victoria emocional

Hamilton sorprendió al aparecer en la parrilla con el casco de Niki Lauda, lo que añadía mayor intensidad emocional a la carrera. Y todo indicaba que la victoria sería nuevamente tema privativo de Mercedes, pero, en esta ocasión, con un sentido emocional único. Ferrari había cometido un gran error el sábado con un tiro por la culata que noqueaba a su piloto más rápido en la pista monegasca, al local Charles Leclerc. De nuevo, el SF90 confirmaba en el Principado su carencia de grip y estabilidad con el eje delantero en curvas lentas, ya puesta en evidencia en pistas anteriores. Y Mónaco abunda en ellas. La cámara de a bordo de Vettel las ilustraba al intentar exprimir su monoplaza y acabar besando los raíles en varias ocasiones. Con Leclerc hundido en la parrilla, Ferrari seguía atrapado por una sensación de impotencia que se extendía más allá de la competitividad de su monoplaza. Solo Verstappen y Red Bull podían aguar el homenaje a Niki Lauda. Poco faltó.

Mercedes llegaba a Mónaco con cinco dobletes y una aplastante sensación de superioridad en la mayoría de las pistas. El trazado monegasco no había sido territorio tan favorable desde 2014, pero en esta ocasión tanto Hamilton como Bottas parecían destinados al sexto doblete. Hasta que salió el coche de seguridad tras el incidente y pinchazo de Leclerc con Hulkenberg. El finlandés quedó neutralizado por el toque contra el muro en su duelo con Verstappen mientras ambos volvían a la pista, y Mercedes erró con el compuesto para Hamilton que añadió un suspense inesperado a la crónica de otro doblete anunciado.

El británico salió a la pista con un neumático que, teóricamente, debía llevarle hasta el final de la carrera. Pero los estrategas de Mercedes eligieron el compuesto medio para un más rápido calentamiento y no resultar vulnerable a los ataques de Verstappen y Ferrari. Efectivamente, no lo fue al principio de su relevo, pero sí durante gran parte de la carrera. Los angustiados mensajes del británico por la radio confirmaban hasta qué punto sufría y temía por esa ansiada victoria. Sin goma, sus últimas veinte vueltas fueron un calvario ante un amenazante Verstappen, quien en un desesperado intento incluso estuvo a punto de llevarse a Hamilton por delante en su único intento de adelantamiento. El holandés fue uno de los grandes protagonistas de la carrera, pero ni siquiera subió al podio tras su sanción de cinco segundos fruto del incidente con Bottas en boxes. «Hamilton nos salvó», reconoció Toto Wolff.

«Era una sensación horrorosa, porque pensaba que no lo iba a conseguir con el ritmo que, intenté seguir hasta que explotaran. Aún no me puedo creer que terminara donde lo hice, no sé como lo conseguí hoy». El recuerdo a Niki Lauda fue inevitable. Según se quitó su casco, Hamilton no paraba de señalar al nombre del piloto austríaco. Fue una victoria propicia para un guión de película. Y otra nueva constatación de que, salvo un milagro inesperado, solo los pilotos de Mercedes lucharán por el título en 2019.

Carlos Sainz, el segundo ganador

El Gran Premio de Mónaco tuvo en Carlos Sainz al segundo ganador de la carrera, o el primero del resto al margen de Mercedes, Red Bull y Ferrari. El piloto español y McLaren levantaron un fin de semana que el sábado, antes de los clasificatorios, parecía irse por el desagüe. Y no precisamente en el mejor momento para el equipo británico tras la imagen en Indianápolis. Pero el piloto español confirmó la madurez adquirida en estos años para remontar el partido gracias a su habilidad en las calles de Mónaco. Para empezar, metió primero al MCL34 en el Q3, objetivo que se antojaba imposible un par de horas antes. Con el añadido de haber perdido la primera sesión del jueves.

En carrera, Sainz siguió con la tarea para cuajar una sensacional arrancada en la que superó a los dos Toro Rosso antes de llegar al Casino. McLaren le acompañó después con una magnífica estrategia, tanto para la llamada a boxes como por la rapidez de su parada -la mejor del Gran Premio- que le permitió volver a la pista unos metros antes que Daniil Kvyat. El sexto puesto final sitúa al piloto español y a McLaren primeros 'del resto' tanto en la clasificación de Pilotos (séptimo) como Constructores (cuarto) a pesar de no puntuar en las tres primeras carreras. Pero, sobre todo, con el resultado de Mónaco, Sainz sigue encadenando una consistencia de rendimiento que no había encontrado recompensa hasta el Gran Premio de Azerbaiyán. Y McLaren, afortunadamente, dejó el Principado con una sensación que aliviaba su doloroso fracaso de las 500 Millas una semana atrás.