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La revancha de Red Bull y Max Verstappen donde más duele

Pero faltaba rematar la faena el domingo para consolidar el aserto de Christian Horner. Que estuvo en peligro de deshacerse cuando Max Verstappen fallaba la primera curva del GP de Francia y dejaba la iniciativa a su principal rival por el título, Lewis Hamilton.

Había llovido por la mañana, y pilotos y equipos se encontraron con una pista diferente en el primer relevo. Como el propio Carlos Sainz confirmaría después, las radios mostraban el desconcierto inicial dentro de muchos monoplazas y en el muro de boxes. Empezaron a surgir las dudas entre los equipos sobre si la estrategia inicial a una parada seguiría activa durante la carrera. Prácticamente todos los monoplazas habían pasado del Q2 al Q3 lo lograban con el compuesto medio, en la confianza de que una sola parada en boxes con el duro en el último relevo fuera suficiente. Y en ese dilema precisamente radicaba el duelo entre Hamilton y Verstappen, en otra reedición de que lo que es, y será, la tónica de la temporada. Aunque con el Red Bull de las últimas tres carreras, quién sabe.

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Con su 'high rake' y un menor alerón trasero, el equipo austríaco ganaba la partida del rendimiento a una vuelta a Mercedes. La mayor velocidad punta y carga aerodinámica en los sectores más virados daba ventaja a Red Bull. Pero en Montmeló la habilidad estratégica del equipo alemán robó la cartera a Max Verstappen en una situación competitiva similar, dándole un jaque mate ya incluso a veinte vueltas del final de la prueba. En Paul Ricard ese jaque mate llegó en la penúltima vuelta, a la inversa, y sin la menor resistencia del piloto británico, rendido de antemano.

Mercedes, a una parada; Red Bull, a dos

Mercedes, en esta ocasión, apostó a una sola parada, y se mantuvo fiel a ella hasta el final. Red Bull se la jugó en esta ocasión, aún conscientes de que quizás no tendrían tiempo para recuperar y alcanzar al británico. Porque Valtteri Bottas podría jugar un papel crucial para detener al holandés. Pero el finlandés no fue suficientemente duro, ni tampoco pudo resistirse el británico cuando en la vuelta 52 Verstappen le pasaba por encima. Red Bull, efectivamente, devolvía la jugada. «Ha sido realmente increíble, una revancha por lo que nos ocurrió a principios de temporada. Es duro liderar y que aún te quede mucho para llegar, así que al final tomamos la decisión de dos paradas. No queríamos vivir la situación de Barcelona, es lo que hicimos, y dio sus resultados». Del dolor de entonces, perder una victoria con un monoplaza más rápido, surgió la decisión victoriosa de Paul Ricard.

Desde 2013 Red Bull no ganaba tres carreras seguidas. Verstappen cuenta ahora con 12 puntos sobre Hamilton, sin olvidar una victoria ya en la mano en Bakú. Su triunfo en un circuito monopolizado por Mercedes en la era híbrida confirma la amenaza real que el equipo austríaco supone para el alemán, no conocida desde 2014, a pesar de que Ferrari plantara cara a Mercedes en 2018. De aquí el valor del aviso de Christian Horner tras los clasificatorios. Checo Pérez comienza a batir a Valtteri Bottas en su condición de segundo espada. Y si el equipo alemán sigue cometiendo errores operativos, como también fue el caso en el GP de Francia… «Nos hemos dejado demasiados puntos en los últimos fines de semana», lamentaba un Toto Wolff que salía del circuito con cara de pocos amigos, la misma que mostraba en la parte final de la prueba.

Para Carlos Sainz y Fernando Alonso la cita francesa tomó caminos totalmente opuestos. Mientras el primero lograba la mejor clasificación desde que llegó a Ferrari en relación a Charles Leclerc, el segundo volvía a entrar en el Q3, a diferencia de su compañero de equipo. Pero mientras Ferrari se hundía el domingo, Alonso pudo mantenerse a flote cuando parecía que también caería al fondo acompañando a los monoplazas italianos, porque Esteban Ocon nunca salió a la superficie en todo el fin de semana.

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Alonso ya lidera Alpine

Alonso comienza a marcar la pauta en Alpine, para ir cerrando poco a poco un debate en el que nadie esperaba se viera envuelto tras perder cuatro carreras seguidas con su compañero. En Paul Ricard, sin embargo, el español volvió por sus fueros optimizando el mejor resultado posible para un monoplaza que, según el circuito, es quinto o sexto de la parrilla. «Sin ese pequeño problema, con el graining en el primer relevo podríamos haber estado por delante de Daniel (Ricciardo) y podía haber sido sexto» explicaba al terminar, aludiendo a ese primer relevo que le desfondaba, hasta que el neumático más duro le permitió pasar de nuevo al ataque para terminar octavo. «Sextos en Baku, octavos aquí, en el Q3 en las dos últimas carreras, con muy diferentes circuitos…Creo que me puedo ir contento de cómo están marchando las cosas».

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Por el contrario, en Ferrari salían de Paul Ricard como si sus miembros hubieran sido golpeados con un bate de béisbol. «Los datos que teníamos el viernes de las simulaciones de carrera no eran los de hoy», explicaba Sainz al finalizar la prueba, con los dos monoplazas italianos fuera de los puntos (desde el quinto y el octavo puesto) y Leclerc en los últimos puestos de la clasificación. La lluvia de la mañana había modificado el estado de asfalto, y junto a la naturaleza del circuito y la tendencia del SF21 en carrera (salvo en Montmeló) el equipo italiano quedó anonadado ante el rendimiento de sus neumáticos. «Hay algo que no va bien en carrera, quizá hay algo que estamos haciendo muy mal. Hay que trabajar y saber qué es lo que no va en carrera. Nos vais a ver experimentar, porque empieza a ser bastante evidente que tenemos un problema». Pero nunca tan visible y doloroso como en el Gp de Francia esta temporada. Al menos, Carlos Sainz se muestra cada día más fuerte y confiado en Ferrari, hasta el punto de liderar al equipo italiano durante todo el fin de semana. Incluso en la rueda de prensa final.