«Demuestra que no puedes hacer el tonto con el personal, tienes que concentrarte en el trabajo. No somos supersticiosos, pero creemos en el karma, y este es un día para aprender». Perder es duro para los ganadores natos, máxime cuando ocurre tan pocas veces. Pero si ocurre en casa, en una ocasión simbólica, durante el gran premio número 200 y la celebración del 125 aniversario en el mundo de la competición…. Toto Wolff se lamía dolorosamente las heridas tras el Gran Premio de Alemania. No se trataba de una carrera más. Incluso el W010 había sido decorado para la ocasión, y su plantilla vestida con un estilo retro para la ocasión, incluido el propio Wolff, con su sombrero y sus tirantes.
Desde 2014 Mercedes ha ganado todos los títulos. En 2019 va camino del record histórico con seis consecutivos Más de 110 carreras desde entonces con al menos uno de sus monoplazas siempre en los puntos, con dos excepciones (España y Austria). La tercera fue…precisamente el reciente Gran Premio de Alemania. «Celebrando los 125 años, con la cúpula aquí (de Daimler) el equipo de Netflix aquí (para la grabación de los famosos documentales sobre la F1 que el equipo había rechazado el pasado año)… Quizás les hemos dado más contenido que cualquier otro fin de semana normal».
El día para recordar convertido en día para olvidar
Para Mercedes fue un todo «Armageddon», como el propio Wolff lo calificó, precisamente en el fin de semana de mayor valor simbólico para el equipo y la marca. Ese 'karma' que parecía haber querido compensar esa clara posición dominadora en los últimos años. Una lección, quizás, a ese orgullo que Mercedes quiso exhibir legítimamente en Hockenheim. Pero como reconocía Wolff, mejor no sacar la cabeza demasiado. Las carreras son así. Pero tampoco fue Ferrari quién se la arrancó.
El equipo italiano aspiraba a encontrar un terreno propicio con el SF90 en el circuito de Mercedes, para demostrar que podía reducir diferencias con sus últimas evoluciones. Efectivamente, el fin de semana se iba decantando hacia sus pilotos. Los alemanes incorporaban una importante evolución aerodinámica acompañada por esa especial decoración. Pero Ferrari parecía en condiciones de hacer morder el polvo en ocasión tan especial para su gran rival. Qué mejor momento para lograr la primera victoria. Pero tampoco, porque el sábado el equipo italiano volvía a boicotearse a sí mismo con las inesperadas averías mecánicas en sus dos monoplazas.
Al final, la incógnita quedó en el aire hasta la próxima cita en Hungaroring. La lluvia se encargó de convertir el Gran Premio de Alemania en un paréntesis al respecto. Y de liquidar el orgullo de Mercedes al menos por un día. Entre un cúmulo de errores en boxes y sus pilotos, el equipo alemán cosechaba la mayor derrota de los últimos cinco años, precisamente en uno de sus días más señalados.
La carrera, con la lluvia, una lotería
Las condiciones ambientales convirtieron la carrera en una partida de dados, de lotería, o ambas a la vez. Pocos pilotos se libraron de cometer errores. Incluyendo al inesperado ganador final. Pero Max Verstappen ya es una espectacular máquina de competir tras haber pulido los errores de su infancia en la Fórmula 1. Su trompo fue producto de la estrategia de neumáticos, pero durante gran parte de la carrera se colocó a la estela de los Mercedes hasta aprovechar el mismo tiro en el pie que se pegó Ferrari el sábado. Durante el resto de la prueba fue ya implacable, y Honda sumó su segunda victoria en un mes.
Por su parte, Ferrari desaprovechó la oportunidad brindada. Leclerc confirmó que un tema es aspirar, y otra llevar los galones efectivos. El monegasco recordó que liderar Ferrari no es flor de un día, y que aún necesita la consistencia y experiencia para ello. Afortunadamente, el destino y una magnífica actuación concedieron una merecida compensación a Sebastian Vettel, vapuleado injustamente por la mecánica en los entrenamientos ante los suyos. Su remontada hasta el podio desde la última posición alivió el camino de lágrimas que esta temporada se ha convertido para el alemán, proporcionándole una semana de oxígeno. Recordando sus imágenes un año atrás, doblado por el dolor de su error, el segundo puesto fue otro de los regalos de una carrera enloquecida y apasionante.
Tanto que una parada al final del período de coche de seguridad tras el accidente de Hulkenberg llevó a Daniil Kvyat al tercer escalón del podio y cerca del mismo a un piloto que se ha quedado atascado toda la temporada en el Q1, Lance Stroll. De aquí que a Carlos Sainz su quinto puesto, el mejor de la temporada, le dejara un «sabor agridulce». El viernes, McLaren se encontró con tres equipos subidos a sus barbas. Las evoluciones de Racing Point y Haas dejaban sorprendidos a los británicos. Alfa Romeo mostraba un ritmo inusual frente a carreras anteriores. Con Renault también en el cogote. El MCL34 no era el cuarto coche de la parrilla en Hockenheim. Pero Sainz supo sacarse el sábado la espina que tenía clavada en los entrenamientos desde el Gran Premio de Francia. Entró en el Q3, y se preparó para una carrera en seco. No fue el caso.
¿Pudo haber terminado en el podio por primera vez en su trayectoria en la Fórmula 1? Sí que pudo. ¿Estaba McLaren preparado para correr el riesgo en la última parada? Con Renault y Haas a sus espaldas y Norris fuera de los puntos, no. «Los que iban últimos y no tenían nada que perder montaron neumáticos de seco», explicaba Sainz sobre las posiciones de Daniil Kvyat y Lance Stroll por delante al final de la carrera, «Por un lado, tenía la sensación de que debíamos ponerlos también, pero íbamos quintos y podíamos perder mucho. Hubiéramos quedado como unos tontos de equivocarnos. Si los llegamos a poner, era un podio seguro. Hemos tomado todas las decisiones correctas en todos los momentos y no fue una decisión errónea, porque ninguno de los de delante los ha puesto. Esta vez han ganado los que no tenían nada que perder». Pero escocía. Si, Sainz rumiaba su podio perdido, pero hoy está tan solo siete puntos por detrás de Pierre Gasly, es séptimo de la general, y suyos son 48 de los 70 puntos logrados por McLaren. Puede que, en el fondo, arriesgar no fuera tan mala decisión.