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Prueba del BMW 320 d: Otro diésel que acabaremos echando de menos

Definir este BMW 320 d es tan sencillo como dar unos pocos datos: 190 CV, 6,9 segundos para pasar de cero a 100 km/h, 4,8 litros de gasóleo cada 100 km y una autonomía de 833 km con un pequeño depósito de 40 litros, todo ello en un vehículo de impecable comportamiento dinámico que además es cómodo y está bien rematado. Y si todo sigue el guión previsto, en 2035 no habrá en Europa más coches nuevos como éste. Pero, afortunadamente, hoy aún podemos disfrutar de algo así.

Hablamos de la séptima generación del Serie 3 (G20), que llegó al mercado entre finales de 2018 y 2019, se actualizó a mediados de 2022 y ahora, a mediados de 2024, vuelve a renovarse, si bien nuestra unidad es una de las últimas con las especificaciones previas al mencionado último lavado de cara, lo que no le resta un ápice de atractivo.

Así es este BMW 320 d

Se trata de una berlina de 4,71 metros y algo más de 1,6 toneladas de peso en orden de marcha que monta un motor longitudinal turbodiésel de dos litros capaz de entregar 400 Nm entre 1.750 y 2.500 revoluciones por minuto, cualidad que, en conjunto con una caja de cambios automática de ocho relaciones, le permite funcionar de manera prácticamente constante en el rango de regímenes de motor en el cual es más eficiente, salvo que demandemos puntualmente la máxima aceleración disponible.

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Convenientemente desmultiplicado por la mencionada caja de cambios, el generoso par disponible se entrega a las ruedas traseras, que en el caso de la unidad de pruebas son unas algo exageradas Michelin Pilot Sport 4S en medida 255/30-19, 30 milímetros más anchas que las más lógicas 225/40-19 montadas en el eje delantero. En realidad, como equipo de serie se montan unas aún más lógicas 225/50-17 en las cuatro ruedas, pero hay que reconocer que el kit M con las ruedas “gordas” le queda muy bien a este BMW 320 d, y ya sabemos que no siempre lo que más nos gusta es lo que mejor nos sienta.

El BMW 320 d es un devorador de kilómetros

Así que, salvo por pequeños matices como el tamaño de las ruedas de esta unidad, todo es digno de dicha al volante de una máquina pensada para recorrer kilómetros impenitentemente. Estamos, además, ante un vehículo sorprendentemente ágil para su tamaño, algo en lo que no sólo influyen su equilibrado reparto de masas y su tren motriz trasero, sino que también tiene parte de responsabilidad la ayuda de un motor eléctrico de 8 kW (11 CV) alimentado por una batería de 0,53 kWh que se recarga durante las deceleraciones ayudando, de paso, a reducir los consumos y las emisiones.

Justo es decir que la presencia de la hibridación pasa prácticamente inadvertida (una auténtica virtud que no comparten todos los mild hybrid), pero en realidad esa máquina eléctrica aporta una buena dosis de par motor justo cuando el propulsor turbodiésel es menos eficiente: a baja carga y en las inmediaciones del régimen de ralentí. Además, el sistema permite que el motor de gasolina se apague cuando no es necesario, prestación que resulta especialmente interesante en ciudad.

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Pero lo que más destaca dinámicamente de este BMW 320 d es que combina esa “sensación de agilidad” que le otorga su rápida respuesta al acelerador con un formidable aplomo y un destacable nivel de confort. Lo cierto es que quienes llevamos bastante tiempo en esta profesión podemos echar de menos la verdadera agilidad que ofrecían las generaciones veteranas del Serie 3, como los E46, que eran 14 centímetros más cortos y tenían 13 cm menos de batalla; por no hablar de los desaparecidos Serie 3 Compact.

Pero lo cierto es que es un recuerdo algo engañoso si tenemos en cuenta que para encontrar un rendimiento como el de este “dos litros” en la generación E46 había que irse a un 330 d, con un pesado bloque de tres litros, menores prestaciones y consumos claramente más elevados.

Este BMW 320 d es tan refinado como cualquier rival

En cualquier caso, pocas pegas podemos poner a este BMW 320 d. La marca alemana ha ido corrigiendo en los últimos años todos sus males endémicos, y a día de hoy sus coches ofrecen un refinamiento igual o superior al que encontramos en sus rivales de Mercedes, Audi, Lexus, Jaguar, Alfa Romeo y Volvo.

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No hablamos sólo del aspecto y el tacto de todo aquello que nos rodea, que también, sino de cómo funcionan todos los sistemas del vehículo, desde la dirección o los frenos hasta las más controvertidas ayudas a la conducción, como el control de velocidad de crucero adaptativo, el asistente al mantenimiento en el carril o, en general, todo aquello que “pita”, “frena” o mueve el volante sin el concurso del conductor cuando éste toma decisiones (o deja de tomarlas) que no encajan con los parámetros programados para estas “ayudas”.

Dicho todo esto, por los 48.150 euros que cuesta este BMW 320 d no vamos a encontrar ningún diésel de este tamaño con las prestaciones que ofrece el BMW 320 d mild hybrid de 190 CV. Eso, en el plano objetivo, porque en el subjetivo es incluso más fuerte de lo que manifiestan sus frías cifras.

Todo ello nos lleva a pensar, una vez más, que quizás estemos dando pasos en una dirección equivocada cuando hemos puesto en Europa fecha de caducidad a un vehículo como éste y sus posibles sucesores. Conscientes de esta realidad, volvemos a subir a bordo del BMW 320 d, arrancamos, damos gas y nos disponemos a disfrutar del fantástico equilibrio que ofrece, de sus buenas prestaciones, sus formidables consumos su calidad general, pensando que, quizás, esta séptima generación (G20) de la Serie 3 será recordada durante mucho tiempo.