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Con el Nissan Navara por las dunas del Erg Chebbi

Coincidiendo con la presentación del NV300, el nuevo vehículo industrial ligero de tamaño medio 'gemelo' de los Renault Trafic, Opel Vivaro y Fiat Talento, Nissan nos brindó la oportunidad de probar en condiciones límite las posibilidades 'off road' de su nuevo Navara, comercializado en enero de este año y que está logrando recuperar terreno en el mercado español de los 'pick-up', donde ya ocupa la tercera plaza. Fabricado en Barcelona, se trata de la duodécima generación del modelo japonés, disfruta de la misma garantía de cinco años o 160.000 kilómetros que el resto de la gama comercial de Nissan y se beneficia de importantes novedades, como una suspensión trasera de cinco brazos (única en su clase y 20 kilos más ligera) que acerca su comportamiento lo más posible al de un todoterreno clásico. Además, cuenta con un chasis reforzado o un eficiente motor diésel 2.3 dCi con 190 CV que se combina con la probada tracción total con reductora, sinónimo de habilidades fuera de la carretera.

Y qué mejor que un desierto para olvidarse del asfalto. En nuestro caso ya habíamos tenido ocasión de probar a fondo el nuevo Navara aprovechando la dureza del campo español, en el que puedes llegar a encontrar mucho barro y mucha nieve; pero las dunas son ese otro escenario idílico del que todo aficionado a la conducción 4×4 quiere un día disfrutar. Y el Erg Chebbi, al sudeste de la localidad marroquí de Arfoud y no tan lejos de la frontera argelina, es buen lugar para llevar al extremo las capacidades de un vehículo con ADN dakariano.

Desierto, dunas y mucho más…

Aunque no todo es arena en esta inhóspita región, y más que de un 'desierto' hay que hablar de 'desiertos'. En plural. Las dunas se llevan la fama, y es sin duda el terreno más difícil para desplazarse tanto si marchamos a pie, en coche o en camello; pero la dureza de estos parajes limítrofes con el Sahara toman otras formas también, como resecas montañas escarpadas repletas de fósiles que testimonian su pasado como fondo marino, interminables llanuras pedregosas de las que asoman contadísimas acacias supervivientes o ríos de arena que en los escasos días de tormenta pueden convertirse en peligrosos cauces de aguas bravas.

Y no es mal momento para recordar a quienes deseen visitar la zona en busca de aventuras que 'África' y 'arriesgar' son dos términos que se llevan mal, y que la mejor forma de disfrutar de una emocionante ruta 'off road' es siempre prepararse para la adversidad. Para empezar, echando un par de neumáticos de repuesto en vez de uno. O viajar siempre en grupo, con un mínimo de tres vehículos.

Con nuestro Navara 2.3 dCi 190 de cambio automático (se trata de la versión biturbo, porque también hay un 2.3 dCi 160 de un solo turbo), los tramos de enlace son casi un paseo, y alternamos la tracción trasera y la tracción total según el tipo de firme, operación sencilla gracias a la rueda situada al pie de la consola. Así es como alcanzamos la llamada Cárcel Portuguesa, un espectacular cañón jalonado en su fondo por muros levantados por esclavos subsaharianos hace siglos, y donde las tribus de la zona retenían el agua de lluvia. Allí se han rodado películas como 'La Momia' o 'Spectre', y la impresión que produce sólo desaparece cuando trepamos con los Navara por sus laderas hasta coronar un mirador sin igual, desde el que se contempla un desierto casi infinito. Es la misma vista que habría tenido un viajero hace doscientos años. Y hace 2.000.

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Desde allí hasta el Oasis de Tisserdmine hay casi 50 kilómetros, un recorrido en el que 'los desiertos' van cambiando de aspecto, y en el que también debemos atravesar varias poblaciones, siempre ajetreadas y en las que debemos extremar las precauciones por la variedad del tráfico: burritos, carromatos tirados por caballos, triciclos de transporte sin retrovisores, camiones de los que sobresale la carga por todas partes… Y niños, muchos niños curiosos y despreocupados que salen al paso.

Navara, con las garantías de un todoterreno

Es noviembre y en la cordillera del Atlas ya nieva desde hace tiempo, pero aquí, más al sur y con altitudes en torno a los 1.000 metros sobre el nivel del mar, todavía hace calor durante el día. El termómetro del Navara indica 28 grados (por la mañana, en Arfoud, eran 12), y afrontamos nuestros primeros tramos de finísima arena en el Erg Chebbi. Es el momento de parar, engranar la posición N del cambio y poner el selector de la tracción en 'cuatro cortas'. La reductora marca la diferencia, y aunque es factible circular por dunas con vehículos todocamino -siempre que tengan tracción a las cuatro ruedas, por supuesto-, un todoterreno puro o un 'pick-up' transmiten mayores garantías. No obstante, el procedimiento básico de preparación del coche o de conducción es similar tanto si usamos un SUV como si circulamos en un vehículo más enfocado al uso 'off road'.

Y lo primero que debemos hacer antes de entrar en zonas de arena blanda será bajar la presión de los cuatro neumáticos hasta 1,0 bares aproximadamente. El razonamiento es básico: se trata de aumentar la superficie de apoyo en contacto con el suelo para que a cada centímetro cuadrado de arena le corresponda menos peso… y nos hundamos menos. Ojo con esto, pues a partir de ese momento la conducción debe ser muy relajada, pues un volantazo brusco podría desllantar una rueda. Hay otros preparativos complementarios, como encender las luces aunque luzca un sol radiante (en mitad de una polvareda se nos podría ver algo), abrocharnos el cinturón de seguridad (las dunas son blanditas y transmiten una engañosa confianza, pero no es tan difícil volcar o clavar el morro) o cerrar la ventanillas para que no caigan kilos de arena sobre nosotros al traccionar. Y en cuanto a la conducción propiamente dicha, y al margen de llevar siempre la tracción en modo '4Lo', hay que mantener siempre 'alegre' el motor (por encima de 2.000 vueltas) y debemos maniobrar con la máxima suavidad posible: aceleraciones y frenadas muy progresivas, giros de volante poco bruscos…

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Pero nadie tiene la varita mágica en un mar de dunas, y expertos pilotos del Dakar cuentan siempre historias de coches de competición con cientos de caballos, avanzados sistemas de tracción y neumáticos especiales que se clavaban en la arena de dunas por las que los habitantes dela zona se movían sin problemas a lomos de ciclomotores destartalados. Y es que la duna es como un ser vivo, y su consistencia puede variar según la hora del día y su exposición al sol, la velocidad, orientación y humedad del viento… Mientras circulamos, conviene 'leerlas' porque nos cuentan cosas. Si los neumáticos del coche que nos precede dejan buena huella, la arena es firme; pero si quedan montículos sin dibujo del neumático, ojito. A veces conviene buscar el trayecto paralelo y no pisado, aunque sólo se aparte 30 centímetros a derecha o izquierda. Y muy importante: hay que guardar mucha distancia de seguridad, pues si el vehículo que va delante se detiene, nosotros deberemos elegir bien un camino alternativo o nuestra zona de parada, que nunca deberá ser cuesta arriba o justo en la cresta de la duna, sino en un llano firme o en una bajada.

En las dunas, con mucho tacto al volante

Otro riesgo tiene que ver con la coronación de las dunas, pues debemos acelerar progresivamente y con la potencia suficiente para llegar arriba, pero nunca con un impulso excesivo que nos haga saltar, pues la pendiente de una duna es muy variable y podriámos llegar a hincarnos literalmente en la bajada. Y en esa situación, ruedas siempre rectas, pues un giro del volante en el peor momento nos conducirá al vuelco casi con total seguridad. Porque las ruedas delanteras deben apuntar siempre hacia abajo en una pendiente, de modo que tampoco conviene obstinarse en avanzar con una gran inclinación lateral, pues iremos perdiendo velocidad, bajaremos poco a poco desplazándonos de nuestra trayectoria y podremos acabar volcando. En esa situación, giro suave hacia abajo y 'gas' para coger impulso y subir por otro punto más fácil, y siempre en perpendicular a la línea de cumbre, no en diagonal.

Porque lo mejor circulando por dunas sería no tener que llegar a parar nunca, o hacerlo en lugares muy seguros, como los fondos llanos que se encuentran a veces poblados por algo de vegetación. Si nos atascamos, nada de intentar salir a base de tracción, porque eso sólo nos hundirá más y complicará el rescate. A veces basta con un buen empujón del resto del grupo hacia abajo, pero en ocasiones se hace obligado tirar de pala o de planchas. O de una eslinga con la que desbloquear la situación desde otro vehículo. En todas esas operaciones el riesgo acecha, y no conviene que los ocupantes salgan de sus vehículos porque podría golpearnos una eslinga al tensarse o caernos un vehículo encima, llegado desde no se sabe dónde. Suena a 'peli', pero ocurre mas de lo que pensamos.

Por cierto, un último consejo: si todo esto lo hacemos con un Nissan Navara las probabilidades de disfrutar y no sufrir contratiempos aumentan. Nosotros ya estamos deseando volver.