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Ford Comuta. El primer Smart eléctrico fue de Ford

Si piensas que los vehículos eléctricos son cosa del presente, o mejor dicho, del futuro, estás muy equivocado.

Todo comienza en 1913

Ford es una de esas marcas pioneras en la electrificación de vehículos. Y es que su primer intento de fabricar un vehículo cien por cien eléctrico se remonta al año 1913, cuando Henry Ford y Thomas Edison trabajaron de forma conjunta para llegar a buen puerto. Sin embargo fue en el año 1967 cuando Ford presentó su proyecto más ambicioso de crear un vehículo eléctrico. El resultado fue este Ford Comuta, el cual se presentó en el Salón de Ginebra de ese mismo año, pero que no pasó de ser un mero prototipo que nunca llego a la producción.

En realidad el proyecto partía directamente de Ford Inglaterra, y sus objetivos eran realmente ambiciosos si tenemos en consideración las palabras de Leonard Crossland (Director General de Ford en Inglaterra) por aquellos entonces: «esperamos que los vehículos eléctricos sean comercialmente viables en los próximos 10 años, inicialmente para vehículos urbanos o furgonetas de reparto. Eso sí, los motores de combusitón seguirán siendo la apuesta principal para cubrir largas distancias». Es por ello que se animaron precisamente a crear un pequeño turismo capaz de moverse con una gran soltura por la ciudad y sin emitir un sólo gramo de CO2.

2.44 metros y cuatro asientos

El resultado fue este Ford Comuta, el cual presentaba una longitud de tan sólo 2,44 metros (la primera generación del Smart ForTwo medía 2,50 metros) y en su interior podían desplazarse dos adultos y dos niños en las plazas posteriores. Medía precisamente la mitad que un Ford Cortina de aquella época. Su minúsculas dimensiones le permitían tener un radio de giro de tan sólo 5,5 metros, por lo que su facilidad para moverse por la ciudad era asombrosa y en una plaza de aparcamiento estándar podían caber nada menos que tres Ford Comuta.

Bajo los dos asientos delanteros se encontraban sus cuatro baterías de plomo de 12 voltios cada una. Esta energía se enviaba a sus dos ruedas traseras, pues cada una de ellas tenía un pequeño propulsor eléctrico que provenía de la industria aeronáutica (probablemente se trataba de motores para la ventilación en aviones comerciales). Generaban una potencia total de 5 CV, suficientes para que el Ford Comuta pudiera alcanzar una velocidad máxima superior a los 60 km/h. El alcance máximo de sus baterías rondaba los 60 kilómetros circulando a una velocidad constante de 40 km/h, lo que no está nada mal para aquellos entonces. Además la conducción era sumamente confortable, pues el Ford Comuta sólo tenía una velocidad hacia delante y otra hacia atrás.

Finalmente el proyecto del Ford Comuta quedó precisamente en eso, en un proyecto donde sólo se fabricaron dos unidades experimentales, las cuales siguen vivas, pero en los museos.