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Probamos el Ford Kuga Vignale. Vestido con traje de gala

Fue uno de los primeros modelos que reaccionaron al éxito comercial del Nissan Qashqai, bañado en multitudes desde su lanzamiento en 2007, aunque ahora el Kuga -ya en su segunda generación- comparte cartel con un numeroso grupo de SUV compactos, y eso complica las cosas. Por eso se ha renovado recientemente, y por eso incorpora el exclusivo acabado Vignale, un sello que trata de poner tierra de por medio con respecto a los rivales de marcas generalistas para acercarse al sello premium en calidad de acabados, equipamiento de serie y servicios de atención al cliente.

Comencemos por el final. Recibimos el vehículo en la redacción, en lugar de acudir a Ford a recogerlo, como es lo habitual. Es un guiño de la marca para que nos hagamos una idea de lo que le espera al propietario, que dispondrá de un asesor personal las 24 horas del día para recogidas o entregas del vehículo, citas, coche de sustitución…

Seguimos. Nuestra unidad se viste con las mejoras galas. Exteriormente se desmarca con una rejilla frontal personalizada de malla hexagonal, detalles cromados y llantas de 18 pulgadas exclusivas; y por dentro el conjunto se remata con mayor calidad, con tapicería de cuero de serie y más esmero en la insonorización.

Acabado Vignale

Y ahora analizamos la dotación, porque el apellido Vignale trae consigo faros bixenón, un asistente de aparcamiento activo, asientos delanteros calefactados -el del conductor con diez ajustes eléctricos-, equipo de sonido Sony, acceso y arranque sin llave, SYNC 3 con pantalla táctil de 8 pulgadas y portón trasero con función de apertura y cierre 'manos libres'. Todos estos caprichos se traducen en un sobreprecio de 4.100 euros respecto a la misma versión pero con acabado ST-Line, y en 5.850 euros extra frente al elegante Titanium.

Y ya que estamos, seguimos a lo grande. Probamos el motor diésel más potente de la gama, el conocido dos litros asociado a la eficiente caja automática de doble embrague PowerShift y a la tracción total.

En primer lugar, tanto 'currículum' trae consigo un incremento de peso hasta acariciar los 1.800 kilos. Nada preocupante dinámicamente, donde sigue siendo unos de los SUV compactos más ágiles del segmento; pero sí lastra un tanto las prestaciones y eleva los consumos con respecto a algunos de sus rivales directos.

Ojo, porque no es ningún torpe, ya que acelera de 0 a 100 km/h en 9,7 segundos y afronta adelantamientos con solvencia. Sin embargo, para que reaccione hay que pisar con energía el acelerador y apostar por el programa deportivo del cambio, pues si no es así tarda algo más de la cuenta hasta que entra en acción la función 'kick down'.

El abanico de actuación del propulsor no es muy amplio. Por debajo de las 2.000 revoluciones por minuto es voluntarioso, sin más, y ya 'lo da todo' a 3.500 vueltas, aunque el cambio de marcha, si forzamos, lo realiza a 4.200. Podemos jugar con las seis relaciones sobre unas levas situadas en el volante, y puestos a pedir quizás alargaríamos un poquito el desarrollo final de la sexta velocidad, con el fin de reducir decibelios y consumos en los trayectos por autopista.

En ese hábitat es una balsa de aceite y pasan los kilómetros como si nada; y sólo cuando nos acercamos a los 140 km/h de marcador se hace evidente algún ruido aerodinámico y el consumo se dispara hasta los 10 litros.

Tracción total

En carretera se muestra ágil y bastante estable. Apenas sufre balanceos de la carrocería y la dirección, pese a no ser muy precisa, es comunicativa. El trabajo de la tracción total es básico en todo esto. En condiciones normales actúa sobre las ruedas delanteras, y sólo cuando detecta una pérdida de adherencia transfiere par al eje trasero en milésimas de segundo. El Kuga presenta cierta tendencia al subviraje, pero basta con levantar el pie del acelerador para que la zaga redondee con naturalidad el giro. Y ya que estamos, destacar las cortas distancias de detención y la calidad de las frenadas registradas, firmando 52,3 metros desde 120 km/h.

La mencionada tracción total está más enfocada a estabilizar las cosas sobre asfalto que fuera de él. Con el Kuga podemos afrontar pistas de tierra sin dificultades, y hasta pasar un buen rato en ellas, pero nada más. Su capacidad 'off road' es inferior en este sentido a la de otros rivales del segmento, ya que no presenta aliados camperos como un bloqueo del diferencial central o un simple control de descensos.

Por último analizamos un interior que se remata con esmero gracias a detalles como la tapicería de piel. El habitáculo resulta amplio, y aunque no bate precisamente records en la cota de anchura detrás, el piso prácticamente plano facilita las cosas a la hora de acomodarnos en la plaza central de la segunda fila.

El maletero ofrece 456 litros, un volumen que le sitúa en la zona medio-baja del segmento. De serie trae el kit de reparación de pinchazos, pero podemos pedir la rueda de repuesto de emergencia opcional -100 euros- para circular con más tranquilidad, sobre todo a la hora de afrontar pistas de tierra.

Y la dotación del Vignale incluye el nuevo asistente SYNC 3 con control por voz y un sistema de aparcamiento asistido que ahora puede ejecutar maniobras en batería.

En definitiva, un SUV generalista que parece no querer serlo al rodearse de un mayor lujo, más equipamiento y atención personalizada.

La clave

Siempre es importante desmarcarse del resto con detalles originales, y esto es lo que hace nuestro protagonista. Más allá de ser un vehículo cómodo, versátil y práctico en el ámbito familiar o del ocio, el Kuga más exclusivo de la gama se rodea del 'glamuroso' acabado Vignale, que marca distancias en aspectos como la calidad, la dotación de serie y el servicio de atención al ciente. Es el SUV generalista más premium que podemos encontrar en el mercado actualmente…