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Daniel Ricciardo, o cuando dominar no es lo mismo que ganar

La eterna sonrisa de Daniel Ricciardo no aparecía por ninguna parte. En Mónaco, el australiano vivía un momento de forma sublime, que aprovechaba con un monoplaza de escándalo. En las curvas y calles de Mónaco, el RB12 frenaba maravillosamente, y su tracción en la zona de la Piscina confirmaba que no había rival. Por no hablar de un nuevo motor Renault cuyo verdadero alcance veremos en próximas carreras.

El viernes, los tiempos de Ricciardo fueron escandalosos. La pole del sábado, sideral. Con lluvia en los primeros compases de carrera, rodaba a placer. Sin embargo, el australiano perdió un triunfo ?por segunda vez consecutiva- de sabor especial. Algo tan básico, un error tan primario como no tener los neumáticos preparados ante una parada en boxes evitaron que Ricciardo colocara en sus vitrinas el trofeo de Mónaco. Algo duro de digerir. Hasta para el piloto de la eterna sonrisa.

Hamilton aprovecha el regalo de Red Bull

El destino, sin embargo, ha querido recompensar a Lewis Hamilton de la victoria perdida el pasado año en los compases finales de la carrera. El británico aprovechó su oportunidad ante el regalo de Red Bull. Y lo hizo de manera espléndida. Jugándose en la estrategia de neumáticos y alargando el primer relevo, administrando sabiamente el compuesto ultrablando para llevarlo hasta las cuarenta vueltas con un Ricciardo más rápido a sus espaldas.

Al menos, su triunfo y el segundo puesto del australiano dan alas a un campeonato que se está transformando a medida que avanzan las carreras. Ferrari ya no es el segundo equipo, Red Bull sigue creciendo, y Mercedes cada vez sufre más problemas técnicos fruto de tener que apretar las tuercas de las prestaciones con una fiabilidad cada vez más precaria.

Alonso, un quinto puesto que muestra su talento

Por su parte, Fernando Alonso mostraba en su lenguaje corporal resignación más que alegría. Había cuajado un fin de semana magnífico desde los entrenamientos del sábado. Tenía algo más que mérito llevar a un MP4-31 a la quinta posición en Mónaco, con un subviraje crónico durante todo el fin de semana.

Recordaba una vez más lo que Alonso podría hacer con un monoplaza competitivo en sus manos. Lo pide a gritos y con urgencia o se pasará el tiempo y su momento mientras las calles de Mónaco nos recordaba el desperdicio de talento que supone su presencia de relleno en la Formula 1 actual. Quizás pensara en esto el español al terminar la carrera.

Sainz, una oportunidad perdida en boxes

Grande y merecido fue el tercer puesto de Checo Pérez y Force India, aunque sirvió como espejo de decepción ante la gran oportunidad perdida por Carlos Sainz. Con un espectacular ritmo en las simulaciones de carrera, el piloto español llegó a rodar por delante del mexicano en los primeros compases de carrera. El sábado, tras los entrenamientos, James Key reprochaba que Sainz podía haber logrado algo más que el séptimo puesto de parrilla. Fueron un par de milésimas las que impidieron el quinto puesto. Al día siguiente, fue el piloto el decepcionado por su equipo.

Porque el rendimiento en boxes de Toro Rosso dejó tirado al español en la carrera. Dos paradas, a cada cual peor. Impotente, con mayor velocidad que los Hulkenberg, Rosberg y Alonso que le precedían, Sainz hubo de conformarse con ver frustrado los toros desde la barrera. Al igual que la victoria de Ricciardo, un tercer puesto -con Verstappen pegando a los raíles sin parar- hubiera sido un sueño. Pero en la Fórmula 1 no todo depende de las manos al volante. En días así es cuando te recuerdan la lección.