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El día que Verstappen pasó a otra dimensión

La segunda parte de la carrera confirmó lo que nos hubiéramos perdido de haberse mantenido la tendencia hacia la que apuntaba Charlie Whiting. «Las condiciones están iguales que antes», decía por la radio Lewis Hamilton tras la segunda bandera roja, que dejó interrumpida la prueba durante mucho tiempo. Pausas por accidentes aparte, Whiting y los suyos volvían a mostrar ese sobrerregulado conservadurismo que parecía iba a escamotear el espectáculo que, afortunadamente, se disfrutó después. Menos mal que las gradas de Interlagos comenzaron a silbar…

Porque la carrera brasileña dejó magníficas historias abiertas para el futuro. La primera, que se puede correr en lluvia, a diferencia de lo que ha venido ocurriendo en los últimos tiempos. La segunda, que el título queda abierto hasta la última carrera de la temporada. Una gran noticia para los aficionados, para Lewis Hamilton y, hasta cierto punto, también para el propio Nico Rosberg. Porque el británico consiguió salvar majestuosamente su primer ?match ball? y, con ello, abrir a un cara o cruz la lucha por el titulo. En una sola carrera, todo puede ocurrir.

Rosberg, sin respuesta

Cierto es que el segundo puesto de Rosberg tenía sabor a una cierta derrota. No tuvo respuesta a Hamilton en todo el fin de semana. Pero cumplió con su objetivo, dadas las dificultades de la pasada carrera. Con la presión añadida en su caso de un título al alcance de la mano, el piloto alemán salvó una dura jornada que pudo incluso ser peor. Porque Red Bull le regaló la segunda posición con su estrategia. Y, porque su trompo, a diferencia de algunos de sus rivales, no acabó contra los raíles. Que también pudo ocurrir.

Pero el gran protagonista del Gran Premio de Brasil fue, indudablemente, Max Verstappen. Que, en solo su segunda temporada en Fórmula 1, un piloto de diecinueve años fuera capaz de semejante exhibición apuntala todas las expectativas que se han arrojado cuando aún solo era una gran promesa. Su agresividad y habilidad técnica para adelantar están rompiendo los moldes en la Fórmula 1. Es en el pilotaje sobre agua cuando dichas virtudes se manifiestan en su toda su mayor dimensión.

Verstappen, soberbio

No se había retirado el coche de seguridad en la salida, y en medio de la estela de agua ya había liquidado a Raikkonen. A Rosberg le ridiculizó. A Vettel le pasó por encima. Con gomas nuevas y el mejor chasis sobre agua de la parrilla pudo acabar de rematar imperialmente la faena en las últimas quince vueltas con una fantástica remontada desde la decimosexta posición. Pero la actuación de Verstappen en Interlagos se recordará como un hito de los muchos por llegar en su carrera.

Y en su nivel de competitividad con un Toro Rosso de Q2, Carlos Sainz volvió a confirmar que está ya preparado para un salto de calidad en lo que a monoplaza se refiere, porque el piloto español sigue sacando petróleo para el equipo italiano. En mojado, el piloto español ofreció la gran virtud de no cometer error alguno en carrera mientras la mitad de la parrilla hacía trompos o se estrellaba contra los raíles. Con un monoplaza que, como él español reconocía, era dos segundos más lento sobre seco el día anterior. A diez vueltas del final rodaba cuarto, con un Toro Rosso. Solo con su programa de máxima potencia Vettel le pasó al final. Lo de Verstappen es otra historia. Nadie en el equipo italiano hubiera soñado con un sexto puesto a finales de temporada con un monoplaza que llega con la lengua fuera al final de campeonato.

Fernando Alonso, por su parte, volvió a dejar su sello en Interlagos. Con unos entrenamientos increíbles -esa vuelta del Q2- y una remontada final que, en algunos aspectos, fue tan similar a la de Verstappen. Lástima que fuera obligada ante un error inesperado y menor. Y también dejó un aviso en la mesa a Sebastian Vettel. Aún queda una carrera. Para todos.